sábado, 6 de agosto de 2016

La magia de las palabras



Podría decir que estoy obsesionada. Sí, lo confieso. Es algo más fuerte que yo. Es lo último que hago en las noches y es en lo primero que pienso en la mañana. (No, no tiene que ver con comida, por si acaso). En fin, que es una cosa mala... pero buena a la vez. No sé cómo explicárselos. Hacía mucho tiempo que no me sentía así; que no sentía mariposas en el pecho ni como mis manos temblaban ante la expectación. Hacía tiempo que no me sentía tan viva con una lectura. 

Como parte de mi trabajo siempre estoy leyendo y me gusta leer, pero no había podido dedicarle tiempo a una lectura solo por placer. Ustedes saben, una lectura que no estuviera relacionada con ningún curso, trabajo, compromiso, etc. Una de esas lecturas en las que te pones cómoda y te sientas, o recuestas, a leer por horas. Una de esas lecturas en las que el amanecer te sorprende embelesada, hipnotizada por cada párrafo, cada oración, cada palabra. Yo encontré una de esas lecturas en el lugar más insospechado. 

Navegando por internet, buscando información de una de mis series televisivas favoritas, entré una página de escritores y escritoras amateurs. Para ser más específica, entré a una página de fan fiction. En ella, personas de diferentes edades y realidades, escriben cuentos tomando como inspiración películas o series televisivas, dándole vida a los personajes en sus historias. La verdad es que está súper cool. (Obviamente, esta es mi humilde opinión nada profesional o académica). Bueno, que me puse a navegar por la página y encontré una historia que llamó mi atención. El nombre de la autora, Blood-Sucker. Jum... Interesante, al menos la lectura no tenía nada que ver con vampiros. Yo no estaba para historias de vampiros. El resumen de la novela (y digo novela porque la lecturita tenía 130 capítulos) llamó mi atención. Comencé a leer. ¡BOOM! Se acabó lo que se daba. Quedé completamente atrapada y seducida por la historia. Desde entonces no he dejado de leer y he pasado por todas las etapas de la lectura febril: Comenzar a leer rápido para avanzar en la historia; leer en cualquier oportunidad y lugar (sí, el baño incluido); leer mientras se está comiendo; pelear con los personajes; soltar la lectura un segundo para poder respirar y bajar la tensión cuando se llega a una escena difícil; experimentar taquicardia y ansiedad si por alguna razón no puedes seguir leyendo; mirar mal a los que te interrumpen; bajar la velocidad de la lectura porque te diste cuenta que se está acabando; sentir oleadas de tristeza porque sabes que pronto llegará el fin y sentirás un vacío indescriptible cuando termines de leer. Okay, sé que suena a locura, pero alguno de ustedes tiene que haber experimentado varias -si no todas- las etapas de la lectura febril. 

Quién hubiera pensado que en el lugar más insospechado iba a encontrar la lectura que me llevaría a recordar lo que era dejarse seducir por la magia de las palabras, bajo una autora de nombre poco convencional. ¡La magia de las palabras! No importa si el escritor o escritora es uno reconocido o novel, cuando las palabras se conjuran no podemos hacer otra cosa que dejarnos envolver por su embrujo y permitir que la magia fluya. Es ese hechizo el que nos lleva a conocer otras tierras, nos deja soñar nuevos sueños; nos lleva a experimentar nuevos amores. Las palabras son mágicas y por esa razón la lectura lo es también. Ojalá cada uno de ustedes puedan encontrar esa lectura que los conmueva, los motive y los enloquezca como lo hice yo. Entonces, todos seremos parte de ese gran conjuro y seremos, más que conocidos, hermanos por las palabras.  





* La foto pertenece al blog Why I’m Reading the Illiad: http://ldsblogs.com/27382/im-reading-illiad

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