jueves, 19 de octubre de 2017

Una canción por Puerto Rico



Saludos a todos y todas, amigos y lectores de Entre San Juan y la Mancha. Hace varias semanas que no hablamos. A veces las complicaciones de la vida hacen que uno desacelere un poco el ritmo de trabajo o haga una pausa. Yo no hubiera querido que la pausa durara tanto, pero un acontecimiento me entumeció el alma y me dejó sin voz: la devastación que dejó el huracán María sobre Puerto Rico. Para aquellos que no lo sepan yo soy puertorriqueña. Aunque en estos momentos no estoy en la isla, tengo familia y amistades que viven allí. El dolor que escucho en sus voces, cuando logramos comunicación, me tiene el corazón contrito. No obstante, al ver cómo mi gente lucha por salir adelante, cómo muchos boricuas de la diáspora están moviendo cielo y tierra para ayudar a los suyos, al escuchar las voces de apoyo y ver cómo hermanos de otros países se solidarizan con nosotros me llena el alma de luz. Por tal motivo, quiero compartir con ustedes una hermosa canción de la cantante Lorell Quiles. El video humedece mis ojos y la canción me trae esperanza. A todos aquellos y aquellas que han orado, ayudado y trabajado por Puerto Rico ¡gracias! A todos mis hermanos boricuas de la isla: no están solos, sus hermanos están luchando por ustedes. Nos levantaremos. ¡Puerto Rico se levanta! 

lunes, 7 de agosto de 2017

Abstracción sobre una consciencia transmigrada o no me llames Dolores, llámame Lola



Me lo ha repetido un sin número de veces: Lola está muerta. Sí, mi hermana me ha dicho de diferentes maneras, y solo por perturbarme, que mi querida Lola está muerta. Pero no se angustien por mí ni se preocupen. Ese enunciado, por terrible que parezca, no corresponde al deceso que algún ser querido. Lola no es otra cosa que la voz de mi GPS. Permítanme explicarles.

Primero, como uno no debe inferir que todas las personas conocen los mismos término, déjenme establecer una base común para todos y todas. El GPS (Global Positioning System por sus siglas en inglés) no es otra cosa que el Sistema de Posicionamiento Global el cual permite determinar en toda la Tierra la posición de un objeto (una persona, un vehículo) con una precisión de hasta centímetros (si se utiliza GPS diferencial), aunque lo habitual son unos pocos metros de precisión*. Venden diferentes equipos de navegación en el mercado; algunos ya vienen incluidos en los autos; y otros vienen como parte del sistema operativo de los celulares. Este último es mi caso.

Solo hace un par de años logré adquirir mi primer smartphone o teléfono inteligente. Me sentía tan adulta, tan sofisticada. Me leí todas las instrucciones (sí, las leí) y jugué con todas sus funciones. Como parte de ese maravilloso juego estaba utilizar el navegador y lo hice. No recuerdo el primer lugar que visité con la ayuda del GPS, lo que sí recuerdo era la voz de aquella mujer que me daba instrucciones. En su voz parecía detectar algún acentillo español aunque no lograba decifrar de cuál zona: no era catalán, vasco o gallego; tampoco extremeño o andaluz; tal vez madrileño o el acento que utilizan los reporteros en el noticiario. Entonces, recordé a tantas amistades españolas a las que amo encarecidamente y de repente Lola se me hizo familiar, conocida. No, no era Dolores: era Lola. Desde ese momento la nombré y siempre que iba a utilizar el GPS decía «le voy a preguntar a Lola». Llegó el momento en que mis amistades y familiares dejaron de preguntar quién era ella. 

Todo era miel sobre hojuelas hasta el día que se descompuso mi celular. Luego de más de dos años, mi teléfono inteligente murió y con él la gran Lola. ¡Qué desconcierto! ¡Qué tristeza me embargó el alma! Tristeza que no me abandonó a pesar de la adquisión de un nuevo teléfono porque en él no estaba la voz de mi Lola. La otra voz no la entendía, aunque me hablara en español. Me irritaba su registro. No podía anticipar cuándo iba a decir «a 500 pies gire a la derecha». Lo sé, lo sé. Les debe parecer una locura, pero así era. Un día no pude más: había que conseguir otra voz. Descubrí que el GPS tenía varias de ellas (de mujer, de hombre, con acento británico, etc.). Y allí, dormida entre las otras voces, estaba Lola. Hice el cambio de la voz del navegador inmediatamente.

Desde entonces, sin importar el equipo androide que tenga en ese momento,   Lola sigue guiando mi trayectoria. Ella es como Póstumo el Transmigrado (novela del escritor puertorriqueño Alejandro Tapia y Rivera): una consciencia que cambia de cuerpo cuando este muere. Vuelvo y les digo que no se preocupen por mi salud mental, la cosa no es para tanto: que sé que Lola es un personaje de ficción, creado a partir de la voz del GPS de mi celular. No obstante, se me hace simpática la idea de una Lola constante y transmigrada. Una Lola viajera que carga con una maleta llena de mapas y que hace caras cada vez que la cuestiono (porque la Lolita es algo temperamental, pero ya les contaré en otra ocasión). Tal vez ella solo sea símbolo de la búsqueda de lo constante en un mundo inconstante; o simplemente es el fruto de una mente fértil en sueños e imaginaciones como lo es la mía. 

Ante todo este juego de ficciones, bromas y locuras, mi hermana no deja de perturbarme diciéndome, de todas formas y maneras, que Lola está muerta. Pero, yo no le hago caso. Al contrario, trato de instruirla: que Lola está viva y que siempre lo estará mientras haya un smartphone en mis manos.






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sábado, 29 de julio de 2017

Me he movido



Es cierto que me he movido lento,
pero me he movido.
Es cierto que he mirado al futuro con recelo
como esperando encontrar nubes grises
en vez de soles.
Confieso todo esto y más.


Confieso que me ha dolido la vida
al medir con el alma
la distancia entre mi tierra y mi exilio.
Confieso que he llorado callada
y confieso que no sé si dejaré de hacerlo.


Son ciertas tantas cosas de mí
como son muchas las confesiones guardadas.
Solo quiero ser yo,
auténtica y única.
Un Yo que no tenga que disfrazarse de roca
cuando en realidad es frágil cristal,
al menos, por ahora.


Sí,
solo por ahora me siento perdida.
Solo por ahora me siento en el exilio. 
Solo por ahora siento este dolor
que se traduce en lágrimas,
lágrimas que esculpen delicadas
la estatua de cristal que es mi Yo.


Respiro lento y profundo.
Sé que todo acabará.
El dolor se transformará
en celebración genuina
y el exilio en hogar.
Entonces, el cristal volverá a ser roca,
el sol brillará como mil soles
y el futuro se presentará alegre,
juguetón y enternecido.
Porque, aunque es cierto que me he movido lento, 
¡me he movido!

domingo, 23 de julio de 2017

Un museo al aire libre


"Sol ardiente de junio" de Lord Frederic Leighton, 1895. Museo de Arte de Ponce, PR.*

Las veces que he ido al Museo de Arte de Ponce, no he podido evitar la sensación de encantamiento ante el cuadro Sol ardiente de junio. Ante él, quedo toda atontada, atolondrada, maravillada. Trato de poner cara de intelectual o entendida del arte, pero mi rostro solo logra montar una mueca: los ojos algo desorbitados, la boca entreabierta bulbuceando incoherencias y la cabeza ligeramente inclinada. ¡Vaya espectáculo el mío! Es que no puedo dejar de mirarla; de susurrarle al oído lo hermosa que es. Les digo que es todo un espectáculo digno de You Tube.



 A veces la pintura nos afecta así, a nivel visceral. Sin que sepamos la técnica utilizada, la época o quién la pintó, la misma se estrella contra nuestra razón y los sentimientos. Ahora que lo pienso, creo que eso mismo fue lo que me pasó hace un par de años: un choque visceral contra lo bello. Mientras conducía por una de las calles de San Juan, encontré que en las paredes de un estacionamiento habían pintado gigantescos murales que me dejaron sin aliento. Murales que reflejaban la realidad urbana entre imágenes cotidianas y fantásticas. Detuve el carro para mirarlos, admirarlos... y retratarlos. La intensidad de los colores y las figuras representadas, me dejaron atontada, atolondrada, maravillada. En ese museo al aire libre no tenía que poner cara de intelectual; solo tenía que contemplar los murales en silencio. 



Esta experiencia me recordó una película que vi hace par de días: Mona lisa Smile con Julia Robert. La película, entre otros temas y dilemas, nos hace una pregunta ¿qué es el arte? La pregunta puede parecer algo capciosa y simple si lo que viene a nuestra mente es la Capilla Sixtina, la Venus de Nilo, Las meninasFlaming June. Ante esas y muchas obras, la respuesta parece sencilla. ¿Pero, será igualmente fácil la respuesta cuando estamos frente a un mural grafitado en alguna calle de la ciudad? ¿Acaso aquella expresión pictórica urbana podía llamarse arte?



¡Vaya pregunta! Por mi parte, yo confieso que todavía pongo cara de atolondrada frente a Flaming June. También confieso que dejé de poner cara de intelectual en los museos. Me concentro solo en el goce. No obstante, la pregunta de qué es el arte regresa a mí fresca y lozana como si el tiempo no pasara sobre ella. ¿Cuántos siglos llevamos haciéndonos la misma pregunta mientras ella parece no haber envejecido ni un segundo? Mucho se ha teorizado sobre el tema. Se han escrito cientos, sino miles, de análisis e investigaciones al respecto. Sin embargo, la respuesta ha sido elusiva hasta el momento. ¿Será, entonces, que no existe una sola respuesta correcta?




Sobre ese particular, permítanme compartirles una de las escena de la película que más disfruté y que me parece pertinente para el tema.



No existe una respuesta correcta, es lo que presenta la escena de Mona lisa Smile. Ella nos propone acercarnos al arte de manera más natural y orgánica; permitiéndonos sentir curiosidad dejando que el arte no solo cuente su historia sino que nos revele la nuestra. Si venimos a ver el arte no es otra cosa que la manifestación tangible de aquello que consideramos bello y del cual obtenemos disfrute. Una manifestación vulnerable a la sociedad y a los tiempos que le haya tocado vivir. ¿Cuántas veces grupos intelectuales de moda han considerado como «basura» alguna representación artística para más tarde convertirse en una maravilla dentro de su género? Creo que, al final y al cabo, lo importante es la comunicación y el goce. ¿Qué importa si la pieza que amo y me conmueve está en un museo o en las paredes de un estacionamiento? ¿Qué importa si el museo es bajo techo o al aire libre? Si yo lo que busco es la conexión empática entre el autor y mi espíritu. Afortunadamente, esa conexión la podemos experimentar frente a un cuadro, una escultura o un grafiti en el estacionamento de alguna calle convertida en ese instante en un museo al aire libre.

viernes, 14 de julio de 2017

La corona



La corona

¿Una corona? ¿Y de dónde salió una corona?

Hace un año tuve la oportunidad de vivir una anécdota. La misma me inspiró a escribir y publicar este post. Hoy quisiera compartirla con ustedes porque el recordarla me ha hecho pensar en varioas cosas que quisiera compartir contigo.

«Hoy saqué la corona. Sí, hoy saqué la corona porque era justo y necesario. Y aunque oficialmente no tengo título nobiliario, de vez en cuando tengo que recordarles a las personas quién pone las reglas. (Bueno, al menos en mi cubículo). Trabajo como tutora de Español en una institución universitaria. Ayer, un estudiante vino a pedirme ayuda, a destiempo, sobre un trabajo que debió haber entregado el semestre pasado. Su profesora le concedió la oportunidad de entregárselo ese día. Así que, el chico llegó corriendo a mi oficina para que yo -ya, ahora, en este instante- le corrigiera los acentos. Aunque la misión no parecía complicada, miro su trabajo y descubro, para mi pesar, que el documento estaba plagado de «horrores». No solo tenía errores ortográficos, sino de sintaxis y de sentido. ¡No había quién entendiera eso! Yo, por eso de ser magnánima, me puse de acuerdo con su profesora para que lo pudiera entregar al otro día, lo que me daría tiempo para corregir el trabajo concienzudamente y tener algún tiempo de enseñanza con el estudiante.
- Ven mañana temprano a buscar el trabajo. Recuerda que necesitas tiempo para incorporarle las correcciones antes de imprimirlo.
-No se preocupe, profesora- los estudiantes también me dicen profesora-. Mañana temprano estoy aquí.


El estudiante aseguró que estaría en mi oficina entre 9:30 y 10 de la mañana.
Al otro día, llegó la hora acordada. Esperaba que de un momento a otro apareciera el chico en la oficina. Pasaron las 9:30, las 10:00 y las 11:00 de la mañana. Llegó mi hora de almuerzo y el estudiante no había llegado. Pensé que ya no vendría, así que, me fui a almorzar. Cuando llegué de mi hora de almuerzo, encontré al chico quien me dijo en tono prepotente, y delante de otros estudiantes, «te estuve esperando 45 minutos». «Espérate un momento»- le dije y salí corriendo. Regresé a donde me esperaba el estudiante con su trabajo en la mano y una corona en la cabeza.

-Permítame recordarle que la reina de aquí soy yo. Por lo tanto, las reglas las pongo yo y si usted tuvo que esperar fue porque no cumplió con el acuerdo llegando tarde a su compromiso. Así que, tome su trabajo y arranque por ahí a hacer lo que tenga que hacer.


Las risas ahogadas de los otros estudiantes se convirtieron en la musicalización de aquel entremés teatral. El chico me miraba con cara de asombro y espanto. Imagino que el asombro venía de que no esperaba lo que pasó; y el espanto, de descubrir que a su tutora de Español le faltaba un tornillo.»


Después de la coronación

¡Cómo somos los seres humanos! ¿Verdad? Podemos ser capaces de las más grandes contradicciones. Atacamos al que nos brinda socorro y menospreciamos al que nos dio su mano. ¿Por qué ocurrirá eso? ¿Será que la humanidad se encierra en sí misma y no reconoce el valor de nadie? ¿Qué nos cuesta respetar y tratar con cortesía a aquellos y aquellas que nos están dando la mano? ¿Por qué insistimos en culpar a otros de nuestros fracasos cuando fue nuestra inacción o irresponsabilidad la que nos llevó a la situación en la que estamos?
Nuestra sociedad parece carecer de las destrezas básicas de convivencia en comunidad. El reconocimiento del Otro no lleva, necesariamente, a una valoración positiva o significativa. Simplemente, el Otro es lo diferente, aquel que no soy yo. Por consiguiente, esa otredad es temida, menospreciada o utilizada sin mayor consideración. El Yo puede llegar a ser un niño malcriado y caprichoso. 

Afortunadamente, no todos son así. Conozco a tantas personas respetuosas, sacrificadas; agradecidas hasta con el menor gesto que se haga a su favor. Gente que es capaz de los más altos actos heroicos o de los más grandes actos de amor. Nadie tiene que ponerse una corona para recordarles cómo se trabaja en comunidad o que uno es el arquitecto de su destino. No debemos culpar a nadie de la consecuencia de nuestros actos. Eso es parte del camino hacia la madurez.  Seamos agradecidos, respetemos, tratemos a los demás con cortesía y tomemos las riendas de nuestras vidas. Quién sabe y tal vez llegue el día en que nadie tenga que sacar una corona.


viernes, 7 de julio de 2017

Caminando sobre la tierra ©



Caminando descalza sobre la tierra mojada
pienso solamente en las frías gotas
que se deslizan perezosas
sobre mi piel callada.


Mis oídos recogen la sinfónica melodía de la lluvia
mientras mis empapados cabellos
se rinden a la suave caricia del agua fragmentada.


Me detengo ante el nublado paraje.
Los pies no deciden su ruta
solo permanecen allí,
como sembrados,
sintiendo la delicada textura de la tierra fresca,
mojada;
olorosa a naturaleza siempre virgen,
siempre nueva.
Mis pies solo se dejan seducir 
por el abrazo callado
de todas las raíces de la tierra.


Un camino se extiende hacia mí,
sin embargo, mis pies sembrados no se mueven.
La tierra me alimenta el alma
y la lluvia aplaca la sed.
Todo tiene sentido desde la tierra,
desde el agua,
desde esa lluvia que no ha dejado de cantar mi nombre.


El paraje me espera,
pero no me muevo.
Yo solo soy cedro,
yo solo soy lluvia,
yo solo soy tierra.








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  • Este poema queda protegido por las leyes de derechos de autor. Ningún fragmento del mismo puede ser utilizado sin el debido permiso de su autora.

viernes, 30 de junio de 2017

El viejo arte de escribir cartas



¡Por favor! ¡Qué alguien me diga que recuerda cuando se escribían cartas! Yo lo recuerdo y no soy tan vieja. Soy consciente  de que hay una generación que nació en la era digital en la que hablar de internet, celulares, skype, Facetime, WhatsApp, etc., es lo más normal del mundo. Sé que existen personas que no se pueden imaginar cómo era el mundo antes del celular. También sé que hay otras que el único correo que conocen es el electrónico; que piensan que la dirección postal es solo para llenar documentos oficiales y para que le lleguen a uno las deudas. Esto último sino no sean matriculado en el programa «paperless» de la compañía para que todo se lo envíen al email.

Yo sé todo esto, sin embargo, no deja de asombrarme cuando personas de mi generación, o anteriores, se muestran asombradas y confusas cuando les digo que quiero escribir una carta de mi puño y letra o que me gustaría recibir una carta de algún amigo en el buzón. De repente, parece que me salieran monos en la cara por la mirada incrédula de mi interlocutor. 
  • Pero... ¿Tú no lo tienes en Facebook?
  • Sí, lo tengo en Facebook.
  • Pues envíale un mensaje por Messenger.
  • ¿Un mensaje por Messenger? Si yo le escribo por WhatsApp todos los días.
  • ¿Entonces?
  • ¿Entonces qué?
  • ¿Para qué quieres escribirle una carta de papel?
  • Bueno, para hacer algo diferente. No sé, enviarle cosas bonitas.
  • Nena, pues envíale un email con algún video de YouTube o algo así. 
  • Pero es que yo quiero enviarle algo tangible; algo que pueda, tocar, admirar y leer de mi puño y letra.

Mi interlocutor me mira perplejo, como me mira la empleada de la tienda cuando, en la sección de tarjetas, le pregunto que dónde están los conjuntos de papeles con diseños y sobres para escribir cartas. ¡Es que me mira con una cara! Parece que le dijera “buenas tardes, señora, ¿sería tan amable de indicarme cómo llego al planeta B612? Me urge estar allí para cuidar de mi rosa. Por cierto, ¿no tendrá usted por ahí un par de aves que me preste para volar de regreso a mi planeta?”.

En este nuevo mundo tecnológico, donde la gratificación instantánea es la orden del día, el arte de escribir cartas a mano se convierte en algo lejano, confuso e ininteligible. ¿Por qué esperar días, hasta semanas, por una carta? ¿Por qué? Creo que los que llegamos a escribir cartas a nuestras amistades o a algún gran amor sabemos por qué: la emoción que rodea todo el proceso. Recordamos la alegría a la hora de escoger el papel y el sobre con los mejores diseños antes de escribir la misiva. Algunos escribían en un color de bolígrafo en específico; otros enviaban dentro de los sobres pequeños obsequios: una foto, un marcador de libros, un recorte de periódico, etc. Pero si eso era emocionante, más lo era esperar la respuesta de la carta. ¿Cuánto se tardaría en responder? A eso había que añadirle el hecho si la persona vivía en otro país: después de escrita, hasta una semana si era E.E.U.U. y dos semanas si era Europa. ¿Y si mi carta nunca llegó? ¿Y si su respuesta se extravió? Entonces, cuando íbamos al buzón, allí estaba: sentadita muy quieta, escondida detrás de las otras cartas que solo hablaban de deudas. Tomábamos la carta en las manos y nos encerrábamos en el cuarto a leer. Nos fijábamos en los trazos de cada letra, en el tipo de papel; leíamos cada oración lentamente y escuchábamos la voz de la otra persona resonar en nuestra memoria. Reíamos con las anécdotas y los chistes de los amigos; llorábamos con las noticias tristes de algún familiar; suspirábamos con los requiebros de amor. 

Tal vez todos ustedes me entiendan; tal vez solo me entiendan algunos. Quizás uno que otro me mira con ternura porque verá en mis palabras algún recuerdo, alguna añoranza, alguna nostalgia. ¡Quién sabe! Es posible que haya un poco de todo o nada. No crean que voy a abandonar toda la modernidad de la tecnología para encerrarme en el siglo XIX de las utopías. ¡Qué va! A mí me encanta la tecnología y el internet me permite hablar con ustedes, que viven en diferentes países. No obstante, de vez en cuando quisiera escribir una misiva; quisiera vivir las emociones que vivía cuando lo hacía. Sé que todo es pura nostalgia o anhelo inconfeso, pero no se puede negar que hay una magia especial en el viejo arte de escribir cartas. 

viernes, 23 de junio de 2017

Reflexiones veraniegas II: releyendo el inicio



Oficialmente, llegó el verano. ¡Playa es lo que hay! ¡Wepa! ¡Eso es! Cualquiera que me oye pensaría que soy una fiebrúa* de la playa. Pero, si has leído mi blog anteriormente, sabes que no es así (http://entresanjuanylamancha.blogspot.com/2017/06/reflexiones-veraniegas-i-amando-la.html). Yo amo el amar desde lejos, platónicamente, oníricamente, pero con nostálgica pasión. Tal es así que, mientras les escribo, escucho música instrumental con sonido de olas incluido. ¡Qué les puedo decir! Soy isleña y el mar es parte de mí. Y, aunque he comenzado mencionando la playa, mi pensamiento va más inclinado a la llegada del verano. Lo que sucede es que, siendo puertorriqueña, se hace bien difícil hablar del verano sin mencionar el mar. Ahora que lo pienso, es difícil hablar del verano sin mencionar el mar y cualquier otro tipo de cuerpo de agua. ¡Qué no es de ningún cuerpo de agua que les voy a hablar! Ustedes disculpen que ando dando tientos a diestra y siniestra. Lo que sucede es que el tema de hoy vino a mí a causa del tiempo de vacaciones que provee el verano y esa época del año en Puerto Rico siempre está ligada a la playa de alguna u otra manera.

El verano suele estar ligado a las vacaciones. No siempre este es el caso. Usualmente, uno toma vacaciones según las necesidades de la empresa y del empleado... usualmente. Esto implica que el tiempo de descanso no necesariamente caerá en verano: a veces puede caer en primavera, en otoño o en invierno. Pero, si seguimos el calendario escolar, las vacaciones más extensas son las de verano. Y precisamente, por ser las más largas, ellas ofrecen un tiempo privilegiado para la reflexión.

Antes de sentarme a hablar con ustedes, estaba releyendo una de las páginas de uno de mis blogs que se llama El Inicio**. Hace cuatro años que escribí esa corta presentación de cómo comenzó este invento de ser bloguera***. En aquel momento solo deseaba escribir para ayudar a mis estudiantes. Quería ser «cool» para llegar a ellos. Quería poder desarrollar técnicas novedosas para llamar su atención y enamorarlos del lenguaje, de sus partes y de la literatura. En ocasiones, los estudiantes sienten aversión a conocer las estructuras del lenguaje y su literatura, porque ven a los cursos de Español como un gran dolor de cabeza del que quieren deshacerse. Agudas, llanas, esdrújulas; pretérito pluscuamperfecto; verbos, sustantivos, preposiciones; narrador en primera, segunda o tercera persona; madrigal, soneto o verso libre: son solo algunas de las cosas que espantan a nuestros estudiantes. Tal vez la culpa de eso está en nosotros, los educadores, que no hemos sabido como presentar la materia. Tal vez la culpa es del sistema o de la sociedad o de la mentalidad capitalista de la educación. Yo no lo sé y no lo pienso discutir aquí... por ahora. Lo que sí sé es que cuando un estudiante se enamora de un curso, no hay quien lo pare en su deseo de aprender. Posiblemente, eso fue lo que me llevó a escribir, en primera instancia, un blog. Quería hacer algo divertido para atraer su atención y que los enamorara de la clase de Español como yo lo estaba. No obstante, el levantar un blog que hablara, no solo de los por menores del idioma sino también de mis vivencias y observaciones, despertó en mi las ansias de escribir de forma más premeditada y comprometida. Ya no solo era cuestión de preparar algún material que le gustara a los estudiantes o que los motivara; ahora se trataba de darle rienda suelta a una voz que había permanecido callada por muchos años y que ahora encontraba una plataforma de expresión. Me parece que, al final y al cabo, eso es lo que busca todo bloguero: un escenario desde donde contar su historia. Ser bloguera me ha llevado a contar mi historia fuera del aula de clase, más allá de las fronteras geopolíticas que puedan existir. Escribir Entre San Juan y la Mancha me ha permitido ver que las locuras que vivo no son solo mías, sino que existe un conglomerado de personas de diferentes partes del mundo que experimentan esa sin razón llamada vida. Escribir un blog me ha hecho parte de una comunidad de soñadores que quieren ser felices y hacer felices a los demás. Cada uno con su voz, con su discurso, con su llamado.





Con todo y que sé que estoy haciendo lo que tengo que hacer, se repite en mi mente la misma pregunta que me hice hace cuatro años: ¿bloguera yo? Después de todo lo vivido y de todo lo escrito puedo afirmar que sí, soy bloguera. No sé si soy «cool» o estoy «trendy», pero sí sé que tengo algo que decir. Tú también tienes algo que decir. Compártelo. Déjame escuchar tu voz como tú escuchas la mía. Vamos, escribe un comentario bajo estas líneas. Suscríbete y sigue junto a mí en esta aventura porque entre los vericuetos del lenguaje siempre hay un lugar para una quijotada

Hasta la próxima publicación y nos vemos Entre San Juan y la Mancha


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* Fiebrú/a: adj. Término familiar para fanático, admirador.
*** Hace cuatro años comencé mi blog por Wordpress.com. El artículo en cuestión se encuentra allí bajo el título «¿Tutora bloguera? ¡Por qué no!».

viernes, 16 de junio de 2017

Soñarte de madrugada ©






Debería dejar de escribir de madrugada,
entre medio del sueño y la vigilia.

Debería dejar de pensarte
cuando mis ojos cansados
se cierran,
mis manos se van adormeciendo
y mi respiración va tomando 
un compás lento y profundo.

Debería dejar de invocarte
en ese momento de consciencia adormilada.
Debería dejar de hacerlo
porque no conviene.

¿Cómo puede convenir
dejar la puerta abierta de mi consciente
cuando llenas cada rincón de mi inconsciencia?
Quisiera ser la noche oscura y eterna,
pero eres cada una de mis millones de estrellas.

Debería dejar de escribir entre el sueño y la vigilia
porque siempre que lo hago
no dejo de soñarte 
en la madrugada.

jueves, 8 de junio de 2017

La literatura vs. el negocio de la literatura: lo que todo escritor novel debe saber



El mundo de la literatura es uno hermoso: lleno de aventuras, encuentros y descubrimientos. A todos aquellos y aquellas que nos encanta leer y escribir, sentimos que estamos en el edén cuando nos involucramos en cualquier actividad relacionada al mismo. Les digo, sin temor a equivocarme, que el mundo de la literatura es bello. Pero, como todo mundo habitado por seres imperfectos, como somos los seres humanos, ese espacio vivencial puede ser uno caótico, estresante y conflictivo. Esa complejidad se acrecienta si nos referimos específicamente al negocio de la literatura.

Cuando al fin decidí darle rienda suelta a mi anhelo de escribir y comencé a involucrarme en todo lo que implica ese arte -investigación, corrección, edición, publicación, etc.-, pude vivir en carne propia las palabras que un editor/escritor compartió en una conferencia a la que asistí: «una cosa es la literatura y otra cosa, muy distinta, es el negocio de la literatura». Es ahí donde los huevos se ponen a peseta*. 

De primera intención, la escritura y su negocio podrían parecer lo mismo. Sin embargo, cada uno de ellos trabaja diferentes vertientes del arte. La literatura nos habla del ser humano, lo bueno y lo malo; también nos habla de nosotros mismos de una manera más íntima y específica. Su intención es ser leída, es decir algo. La literatura, lo quiera o no, comunica, urga y extrapola. El negocio nos habla de sí mismo: de sus necesidades y los medios para satisfacerlos. Nos habla de estimados, inversiones, ganancias, consumo, el mercado y proyecciones. Mientras nuestra sensibilidad poética desea llevarnos al acto creativo y al disfrute de lo bello, la realidad del negocio nos recuerda miles de otras cosas: que hay que conseguir el ISBN; que hay que pagarle al corrector y editor; que hay que dar el pago a la editorial, o la compañía de internet, para que hagan las primeras 500 copias del texto; que hay que pagar el arte y las fotos de la portada; ver dónde será la presentación; que librerías visitarás para ofrecer el libro; considerar si contratas a un agente literario, etc. Estos son solo algunos de los detalles que enfrenta el escritor novel, y no tan novel, que pueden amedrentar al corazón más valeroso. 

Lo importante en todo el proceso, ya sea desde el punto de vista de la literatura o del negocio de la literatura, es que no olvides algo muy importante: hay una historia que solo tú puedes contar o un poema que solo tú puedes crear. Nadie más puede hacerlo porque es tu historia. Se te reveló a ti y únicamente tú la puedes escribir. Ahora bien, ¿qué puedes hacer para lograr tus sueños de escritor o escritora? Bueno, yo no soy la más experta en el asunto, no obstante, me atreveré a recomendarte par de cosas. 
  1. Decide si te vas a ir con una casa editorial o si optarás por la autogestión. Cada una de ellas tiene sus pros y sus contras. Estúdialas y decide cuál te conviene.
  2. Participa de diferentes actividades literarias para que conozcas a otros como tú. Conocer a otras personas que comparten tus intereses y que están pasando por lo mismo que experimentas, te hará sentir que perteneces a una familia y que tienes a quién recurrir en caso de pregunta, temor o simple celebración.
  3. Tienes que exponerte. En muchas de esas actividades literarias hay micrófono abierto. Ese es el momento para poner a prueba tu producto, por así decir, y ver cómo es recibido. Así te vas soltando y conociendo el ambiente. 
  4. No eres una isla. Socializa con tus pares. El intercambio siempre enriquece, no quita.
  5. Toma todos los cursos de Educación Continua, certificados, etc. que puedas. Esto te ayudará adquirir nuevas herramientas, conocer el negocio, establecer contactos significativos y a pulir tu talento. Recuerda, el conocimiento y la preparación no adulterarán quien eres como escritor ni perjudicarán tu obra.
  6. No tengas miedo. De primera intención todo parece complicado y puede ser abrumador. No te preocupes, esa sensación pasará. Sigue adelante.  




Estas son solo algunas de las recomendaciones a la hora de sobrevivir las dos caras de la literatura. Es importante que te relaciones con ellas ya que serán una realidad en todo tu trayecto. Pero no te preocupes, continúa con tus sueños de ser escritor. No estás sola. No estás solo. Somos muchos los embarcados en esta travesía. Nos habremos de encontrar entre San Juan y la Mancha porque entre los vericuetos del lenguaje siempre habrá lugar para una quijotada

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* Expresión para indicar que una situación es compleja o difícil.

viernes, 2 de junio de 2017

Reflexiones veraniegas I : Amando la playa a mi manera



¡Me encanta la playa! Me gusta escuchar el sonido de las olas. Ese sonido repetitivo que hacen al tocar la orilla me relaja y me hace sentir en casa. El sentimiento se complementa con el olor a salitre que activa las memorias de una niñez y juventud envueltas en ese aroma. Sí, me encanta la playa. 

Amo ver los diferentes tonos de azul reflejados en las tibias aguas de un día soleado en mi isla borinqueña. Estar rodeada de tanto color, de tanta luz, de tanto aroma, de tanta agua, no hacen más que llenarme el alma y mi cuerpo se convierte en caracol que, aun en la distancia, murmura su canto. Sin importar que afuera de mi ventana lo que vea sea el manto frío que teje el invierno, siempre que cierro los ojos escucho el susurro de las olas y un poco de ese mar se me escapa por los ojos. La playa es más que la inmensidad del mar, es la profunda medida de mi añoranza. 

Lo más curioso de todo esto es que no me gusta ir a la playa. ¿Paradoja incomprensible? Me explico. No me gusta sentir la arena en los pies ni cómo ella se me pega al cuerpo. Detesto esa sensasión pegajosa que se lleva uno de regreso a la casa y que lo obliga a meterse bajo la ducha de pies a cabeza. No me gusta ver los pececitos que se acercan y que provocan que esté todo el tiempo en movimiento para evitar que se alleguen. Termino el día exhausta, con calor, pegajosa; con arena hasta en los dientes; desesperada por cambiarme de ropa y muerta de hambre. ¿Será que solo me gusta el aspecto idílico de la playa? 

Independientemente sea el aspecto idílico o no lo que me gusta, lo cierto es que el mar ejerce una gran influencia en mí. El mar me relaja; me inspira. A su canto ancestral recurro cuando necesito concentrarme; cuando necesito crear. El mar siempre me recuerda el camino a casa; es el consuelo de todas mis nostalgias. Es mi llamado a la calma, pero también mi llamado a la acción. Aquellos y aquellas que han tenido la oportunidad de nacer o vivir en una isla o cerca de la costa han experimentado alguna de estas cosas, al menos, una vez. Claro, no puedo afirmar que el 100% de esas personas han sucumbido a su embrujo; sin embargo, puedo decir que han sido muchos los que se han dejado encantar por el sonido de las olas. 

En resumen, ya sea de cerca o de lejos, por nacimiento o por costumbre, por inspiración o por práctica, puedo decir que, como muchos, amo la playa. La amo, no solo por el entretenimiento que ella pueda ofrecer, sino por las cosas que me revela de mí misma cuando la escucho y por ser una musa para mi ingenio.  

martes, 23 de mayo de 2017

4 pasos para cumplir nuestras metas



Todo el mundo tiene metas, al menos, eso pienso. Algunos quieren hacer dieta para lucir una nueva figura en el verano; otros se proponen sacar más tiempo para compartir con la familia; hay quien quiere leer un libro. En fin, que todos y todas tienen alguna meta o sueño que quisieran conseguir. Para ello, hay que crear ciertos hábitos que nos permitan alcanzar lo que deseamos. 

Bryan Johnson, en su video How to on habits, nos propone cuatro pasos para ser consistentes con esos hábitos positivos que nos llevarán a la meta. Se los comparto porque me parece que los mismos nos serán útiles en la vida. A veces nos frustramos y dejamos las cosas a la mitad porque complicamos la ejecución del hábito o nos pusimos una meta imposible. Lo imporante aquí es que, ya que estamos listos para comprometernos con algo, escojamos UNA SOLA COSA. Si decimos “voy a hacer dos horas de ejercicios, leeré un libro al mes y voy a retomar mis clases de___”, hay una alta posibilidad de que no terminemos lo que empezamos. No debemos tratar de hacer veinte cosas a la vez o terminaremos no haciendo nada. Tenemos que escoger una. Entonces, una vez que hemos escogido ¿qué hacemos? Bryan nos recomienda estos 4 pasos para “encender” en nosotros aquellos hábitos que nos ayudarán a obtener nuestra meta.

Comprométete con algo que te guste.
No escojas algo porque está de moda o alguien te dijo que lo hicieras. Escoge algo que te apasione; algo que sea positivo para tu vida y que sea a la vez divertido.

Convierte esa pasión en tu piedra angular.
¿Qué tienes que hacer para poder vivir tu pasión? Una vez lo sepas, mantente en eso. Recuerda que tu pasión será la zapata de todo lo que construyas.

Hazlo todos los días.
Para lograr lo que quieres, tienes que trabajar sobre ello a diario. Hay menos posibilidades de que te quites si es un hábito de todos los días. (Voy a ejercitarme todos los días; voy a leer todos los días; voy a escribir todos los días). 

Hazlo sencillo.
No empieces con dos horas de ejercicios; comienza con estacionar el auto más lejos de la entrada del trabajo para caminar un poquito más. No empieces tratando de leer los dos tomos del Quijote; comienza con un verso, una oración o una cita. En resumen, ve a lo micro. Los pequeños cambios son menos intimidantes. Al percibirlos sencillos nos sentimos capaces de llevarlos a cabo sin importan que hayamos vivido un día difícil.  

Son 4 pasos súper sencillos, pero que demandan un gran compromiso de nuestra parte. Lo importante es no claudicar jamás, así que, ¡adelante! 




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Video: https://youtu.be/IKz66PmoF74

miércoles, 17 de mayo de 2017

Peculiaridades de una escritora: la música y la búsqueda de inspiración



Mientras tomaba el curso de Literatura Universal en la universidad, el profesor José Emilio González dijo unas palabras que me marcaron desde ese entonces: el arte engendra arte. Yo no sé si lo que dijo era original suyo o estaba citando a alguien que yo no conocía, lo que sí sé es que esas palabras las veo cumplirse en mis colegas escritores y en mí todo el tiempo. Una pintura inspira una melodía; la melodía inspira un escrito; el escrito da paso a una escultura y así sucesivamente. 

Las bellas artes tienen ese efecto multiplicador. Infiero que se debe a la predisposición del ser humano hacia lo bello que está contenido en el arte. Obviamente, no todas las personas reaccionan de la misma manera ni con la misma intensidad; pero, ya sea para el disfrute o para condenar, el individuo no puede evitar sentir. Aquellos y aquellas con algún tipo de destreza artística, reaccionarán a lo que perciben según su habilidad o gusto. Y así se cumple la máxima de mi querido profesor de que el arte engendra arte.

Este hecho lo encuentro beneficioso ya que, en aquellas ocasiones en las que el deseo de crear no está calibrado con la disposición o el estado mental necesario, el exponerse y entrar en contacto con otras manifestaciones artísticas permite ubicarnos en el espacio que nos llevará a sentirnos inspirados. En mi caso, ustedes saben que cuando quiero escribir en el blog y tengo un bloqueo utilizo alguna forma de arte para poder salir del mismo y entrar a un estado mental creativo. A veces uso el dibujo, como los mandalas; en otras, los sonidos de la naturaleza (que para mí es un tipo de sinfonía). También utilizo la música instrumental. En el caso de mi publicación pasada, Estepa, utilicé una pieza instrumental de violines y piano que es la que ustedes vieron al inicio de este escrito. Como estoy tan cerca del poema, quizás no tenga una objetiva perspectiva del mismo; sin embargo, me parece que algo de la emoción de la pieza musical ha teñido al poema. Cuando escucho la melodía y leo el poema, percibo cómo ambos armonizan y se complementan. 

Ojalá todos hubiésemos visto la chispa que encendió al artista del nuestra obra favorita. Ojalá. Pero, ya que no pudo ser, confórmense con mi chispa que aunque pequeña también en ella está contenida la luz y la inspiración.

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lunes, 15 de mayo de 2017

Estepa ©




Eres solamente estepa
y, como tal, arderás en el fuego
de una nostalgia sempiterna.
Eres solamente estepa.

Los dedos que en otrora 
fueron el bálsamo de tus heridas
hoy serán la mecha acandilada
para todas tus desdichas.

Ni siquiera yo deseé que ardieras,
pero tú, y solo tú,
encendiste un fuego que no conocías,
que no entendías.
Tus palabras y acciones
se convirtieron en el acelerante de tus desdichas.

Fuiste tan arrogante, tan prepotente.
No pensaste en mí.
¿Por qué hacerlo?
Si lo único que escuchabas
era el zumbido putrefacto de tus palabras.

Eras rosa,
eras perfume;
eras un bello lirio
y, a la vez, un robusto roble.
Te cegó tu belleza;
te engañó tu perfume;
te embriagó la savia envenenada de tu corteza.

Y ahora,
ahora,
te das cuenta que eres solo estepa.
Que no cuentas, ni contarás, con el sosiego de mis dedos.
Ya mi mano no se extenderá a tu favor
ni siquiera para el consuelo.
Mi dedos formarán la mecha 
y mi determinación será el fuego
que quemará todos aquellos «te quiero»
hechos de paja y hojarasca.  

Yo no quería que ardieras,
pero tú has sido el artífice de tu propio siniestro
incendiando todo lo bello
con esa actitud arrogante
que lo convirtió todo 
en pólvora,
en fuego
en cenizas,
en nada.



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Poema de mi autoría. Derechos reservados.

jueves, 11 de mayo de 2017

¡Ay! ¡Ese toro!


¡Ay! ¡Ese toro! Para mí, El toro y la luna, es una de las canciones más hermosas que conozco. Ella encierra una tristeza, una lágrima, que se derrama por cada palabra de su lírica. Esto es así porque El toro y la luna no es otra cosa que la historia de un amor no correspondido. Este toro valiente, de casta, ha sido condenado por el mayoral a vivir con un campanero al cuello por sus constantes huidas de la manada. Estas huidas son a causa del amor no correspondido que el toro siente por la luna. La realidad es que ella desconoce los sentimientos del toro ya que él la admira escondido entre la jara y la sombra. Cuando el toro, muy valiente para muchas cosas menos para el amor, se lanza sobre el agua del río -quien refleja la luz de la luna-, se frustra grandemente al ver que se ha ido y vuelca su dolor embistiendo al río.
Como les dije, la canción está llena de pasión y también de dolor. Ahora bien, me pregunto, si la luna hubiera sabido lo que sentía en toro, ¿le habría correspondido? ¿Qué ustedes piensan?  
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  1. https://youtu.be/0QLXbOhumQQ
  2. La lírica que aparece en el video tiene dos errores que deben leer de la siguiente manera: a) "el torito se mete en el agua, embistiéndole al ver que se ha ido"; b) "la luna sale esta noche con negra bata de cola".

miércoles, 10 de mayo de 2017

Una orejita para evitar las metida de pata



Las artes del lenguaje pueden ser algo complicadas, así que, un par de orejitas para evitar las metidas de pata no vienen mal. Por tal razón, les comparto este video del profesor Alberto Bustos, del Blog de lengua, para que nos aclare unas cosillas sobre la concordancia del sujeto y el verbo. Al fin y al cabo, como escritores, blogueros y lectores que somos nos viene bien aprender un par de cosas para pulir nuestra redacción y estilo.

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https://youtu.be/PeFt6ESpqiU

lunes, 8 de mayo de 2017

La metamorfosis de un lunes



¡Qué difícil pueden ser los lunes! Tal vez sea un mito o una predisposición del ánimo por un acondicionamiento social, pero lo realidad es que los lunes le pesan a uno en el cuerpo y en el alma. Sí, los lunes «pesan» ¡y cómo pesan! No importa si dormiste profunda y placenteramente; o si te amaneciste porque debías entregar un proyecto a primera hora el otro día; o tu niño se enfermó y su fiebre te tuvo en vela. ¡Qué difíciles pueden ser los lunes!

Los lunes representan el regreso a la rutina, a las labores. Los lunes le recuerdan a uno lo mucho que se disfrutó el fin de semana y ahora se tiene que pagar por los placeres obtenidos a deshoras (mea culpa). Igualmente te recuerdan si lo pasaste mal. Ellos tienen ese herrumbre sabor a enfermedad y cansancio que es plenamente mental y aprendido. De la única manera que un lunes sabe a gloria es cuando es festivo. ¡Oh que diferente son los domingos cuando el lunes es feriado! Porque hasta el pobre domingo se ve teñido por nuestro enloquecido ánimo a causa del lunes.

Para mí, el nefasto día es el comienzo de mis locas cavilaciones; o sea, que es el día en que comienzo a considerar qué incluiré en el blog esa semana. Como saben, Entre San Juan y la Mancha se nutre de mis vivencias, observaciones y reflexiones sobre asuntos cotidianos, y no tan cotidianos, expuestos de manera sencilla y jocosa. (Bueno, al menos yo pienso que es jocosa). Así que, indirectamente, los lunes se han ido transformando en días de introspección. Si nos dejamos llevar por la definición del Diccionario de la Real Academia Española -quien define introspección como Mirada interior que se dirige a los propios actos o estados de ánimo**-, podemos concluir que tener un momento para esa mirada nos proporcionará la oportunidad de edificar una semana más feliz, con propósito y con algo que compartir. Viéndolo desde ese punto de vista, ya los lunes no tienen que ser tan nefastos ni tan pesados; más bien, brillantes, ligeros, llenos de alegría y esperanza. Definitivamente, todo va a depender de nosotros mismos. Así que, queridos lectores y lectoras, comencemos hoy lunes con una actitud positiva, echándole a esta semana una miradita a los proyectos por venir con ánimo de aventura y esperanza. Solo así se puede llevar a cabo la metamorfosis del lunes.



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viernes, 5 de mayo de 2017

Cavilaciones y otras lujurias no confesadas



Simplemente es bello. Es bello desde la inocencia y es bello desde la lujuria. Es bello para contemplarse y es bello para soñarse. En fin, que Tom Hiddleston es más hermoso que un cupido. Instalados desde esa belleza, se erigen toda una serie de castillos en el aire alrededor del objeto de nuestro deseo. Es entonces cuando ese objeto (objeto, sí, porque deja de ser sujeto para convertirse en el objeto de nuestras fantasías) se ve adornado de toda una serie de virtudes, cualidades y talentos que no necesariamente están sustentados por la realidad. Para nosotros y nosotras hay una sola verdad: la que nos pintan la imaginación y la fantasía. 

Oye, yo no estoy diciendo que ese actor carezca de virtudes, buenas cualidades o talentos. Lo que digo es que en el mundo de la ilusión y la fantasía poco importa la verdad que los demás ven, sino la que perciben los hechizados ojos de nuestras pasiones. Porque en cada virtud con la que adornamos a nuestro «amado» se ve reflejada nuestra búsqueda, nuestra necesidad o nuestro vacío. También se pueden esconder algunos asuntos no resueltos o temores que no se quieren enfrentar. Esto podría ser hasta contraproducente si nuestras relaciones amorosas se ven boicoteadas por la idea de «yo quiero un hombre como Tom Hiddleston» cuando el hombre que deseas es el resultado de tus fantasías encarnadas en un cuerpo y, por lo tanto, no existe en el mundo real. A todo esto yo le llamo el «síndrome de Dulcinea del Toboso».



Sabemos que Dulcinea del Toboso era la interpretación caballeresca que don Quijote hizo de Aldonza Lorenzo: una saladora de puercos que no había visto  ni cuatro veces en su vida. Don Quijote convirtió a esta en la dama de sus pensamientos y en su refugio contra las pasiones carnales. Varios fueron los momentos en los que el Caballero de la triste figura pudo haber dado rienda suelta a sus pasiones; no obstante, el pensamiento de su señora Dulcinea lo detenía. Igualmente, don Quijote pudo haber encontrado el amor en otros brazos, pero las cualidades y virtudes de su amada, le hacían declinar de los requiebros de otras damas porque ninguna se podía comparar a la sin par Dulcinea del Toboso. 

¿Qué podemos sacar, entonces, de todo esto? Que usted puede tener todas las fantasías que quiera con Tom Hiddleston, o el que sea, pero recuerde: 1) el amado perfecto no existe -es un constructo, así que, deje de estar rechazando a todos los prospectos por nimiedades- ; 2) el amor conlleva riesgo; 3) el amor se construye; y 4) trabaje con usted primero, enfrente sus temores y siga hacia adelante.   

Yo, mientras tanto, seguiré deleitándome en mi caballero inglés; guardando todas las fotos que pueda en mi tablero en Pinterest hasta la próxima publicación de Entre San Juan y la Mancha.



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