sábado, 16 de julio de 2016

A veces lo justo no es lo más correcto


Me quiero confesar: me gustan las redes sociales. Esto parecerá para ustedes una cosa tonta o de menor importancia. No obstante, para mí es algo grande porque la sociedad espera que una dama de cierta edad (que no es mucha, por si acaso) y de cierta preparación universitaria no ande «perdiendo el tiempo» en cosas tan frívolas como las redes sociales. ¡Pero me encantan!Qué puedo hacer, si me divierto muchísimo con ellas y las mismas me han dado la oportunidad de convertirme en bloguera y hablar con ustedes. Afortunadamente no he desarrollado un vicio por ellas, pero de que siento un placer oscuro y malsano, lo siento.

Este placer que me generan las redes sociales a veces se me tuerce porque la gente escribe cada cosa que prueban mi paciencia a niveles que jamás pensé que se podía llegar. Y suelo ser tolerante (SUELO) porque me repito una y otra vez que las personas tienen derecho a tener opiniones diferentes a las mías. (En ocasiones quisiera decir par de insultos, pero me los reservo para no ofender). En fin, que siendo yo tan opinadora en este blog me parece curioso que no lo sea tanto en las demás redes. Tal vez sea que aquí presento las cosas como las siento y si ustedes siguen conmigo es que están de acuerdo; o no están de acuerdo, pero los he llevado a reflexionar. Quién sabe si es que encuentran la página entretenida, lo importante es que seguimos juntos en esta aventura que es Entre San Juan y la Mancha

Como les decía, a veces las personas escriben unas cosas, ya sean en Facebook o Twitter, que me sacan el «monstruo». Usualmente logro controlar a la bestia en mí, pero hoy he decidido soltarla un rato porque hay un asunto de justicia por el medio y para defenderla no se puede ser silente, sino militante. Miren, en todas mis páginas de Facebook siempre aparece alguien que le da share a algunas de las publicaciones de la Real Academia Española con respecto al uso del lenguaje inclusivo. El lenguaje inclusivo es cuando en una oración marcamos tanto el género masculino como el femenino. Por ejemplo: «Todos y todas hemos llegado en esta mañana a este lugar a tener un momento de reflexión». Algunas personas lo marcan así, todos/as; otras de esta manera, tod@s.  Obviamente, la Academia está opuesta a esto. Según ella «este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico»; «la mención explícita del femenino solo se justifica cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto»; «el uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino. Por ello, es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto» (o sea, que en un salón pueden haber 99 mujeres y un solo hombre y por ese único hombre se hacen invisibles a 99 mujeres con el masculino genérico... Jumm); «la actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas».  

Artificioso o no artificioso, el lenguaje inclusivo se presenta como parte de la evolución del lenguaje; evolución lenta, pero certera, que en estos tiempos se alimenta de las luchas de los grupos minoritarios que el poder patriarcal, elitista y heteronormativo trata de ocultar y silenciar. No debemos olvidar que un idioma no es solo el cúmulo de un grupo de palabras que interactúan entre sí. ¿O es que acaso hemos olvidado el trabajo de Ferdinand de Saussure? ¿Es que nadie recuerda que el lenguaje permite un acercamiento diacrónico y sincrónico? La relación significante-significado no es estática, como no lo es la relación de las palabras entre sí en una oración, en un párrafo o en un discurso. Las palabras también se relación en tiempo y espacio. El lenguaje cambia, se transforma, se ajusta a la necesidad del individuo y de la sociedad. Surgen nuevas palabras (neologismos); desaparecen otras (arcaísmos); la construcción gramatical va cambiando sus reglas, así como el estilo del habla y la escritura se modifica al pasar de los siglos. Digo, todo esto me parece evidente cuando ninguno de nosotros (ni de los miembros de la Real Academia) habla o escribe el castellano como lo propuso Antonio de Nebrija en su Gramática castellana del 1492. Así que, decirme a estas alturas que el lenguaje inclusivo es artificioso e innecesario y que va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas, me parece (y lo diré con mucho respeto, pero con convicción) totalmente absurdo. 

Creo que, al final y al cabo, de lo que se trata es de lengua y poder. Nosotros y nosotras como latinoamericanos entendemos esto demasiado bien. La llegada del español a nuestras tierras representó la desaparición de muchas lenguas nativas y la imposición de una nueva cosmovisión, junto con una nueva escala de valores. La conquista y colonización de América nos enseñó que el idioma no es solo un idioma: la lengua es control, dominio y poder sobre aquellos y aquellas que considero más débiles. Esta realidad de privilegiar un lenguaje sobre otro, la han vivido también los gallegos, los vascos y los catalanes. 

Teun Van Dijk, en Ideología: un enfoque multidisciplinario, nos dice que «las mentes de los usuarios del lenguaje moldean y son moldeadas por el discurso y otras prácticas sociales en contexto». (O sea, que cuando una niña comienza su proceso de adquirir el idioma materno, se encuentra desde ya con la realidad de que el género masculino es el genérico, el femenino solo se justifica cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto y que sin importar que las mujeres sean mayoría en un grupo mixto, siempre debemos escoger el masculino genérico. En resumidas cuentas, la niña va aprendiendo que su lugar en la sociedad es ser segunda o invisible).

Como les dije en un principio, hoy mi monstruo anda suelto, pero ya es hora de ir calmándolo o esto será tan largo, según dicen en mi país, como la esperanza del pobre. Quisiera, entonces, para concluir, presentarles una cita más. José Luis Linaza en su libro Jerome Bruner: acción, pensamiento y lenguaje, citando a Bruner, nos dice:

...El contexto en que se desenvuelve el individuo es de vital importancia para desarrollar el lenguaje, el cual, en primer lugar, le permite solucionar los problemas de comunicación que se presenten, producto de su experiencia con la sociedad que le rodea y en segundo, para construir mundos sociales y desenvolverse en ellos. De ahí que el lenguaje no sea sólo un cúmulo de oraciones «ni un catálogo de significados, sino un instrumento a través del cual los seres humanos crean, constituyen o estipulan un mundo social que pueden compartir».

Como hemos visto, el lenguaje se nutre de elementos, no solo lingüísticos, sino también extralingüísticos. El mismo sirve, no solo para la comunicación simple y llana, sino para moldear ideas y crear el mundo social que rodea al individuo. Es también un instrumento de control y poder de aquellos grupos que la sociedad ha privilegiado y que trabajan, de manera consciente o inconsciente, en detrimento de las minorías. La lengua no solo es el vehículo a través del cual nos comunicamos, sino que también es el medio a través del cual conocemos al mundo y sus valores. Por lo tanto, el lenguaje inclusivo es parte de los cambios que se están llevando a cabo en el español como parte de su proceso evolutivo. Oponerse a él es oponerse al proceso mismo de la vida y de esta en sociedad. ¿Que es complicado? ¿Que no sé cómo leerlo? ¿Que se usan demasiados signos de diagonal? Sí, lo sé. Sé que para muchos esto puede ser una gran complicación. No obstante, recuerden que el lenguaje inclusivo está en su proceso de evolución y experimentará cambios según la sociedad los vaya necesitando. Lo que tenemos hasta ahora no es final y firme; lo que tenemos ahora está en cambio y ajuste constante.  

No podemos perpetuar modelos de injusticia en nuestra lengua para no «complicar» el entendimiento de la misma y defender el parámetro de economía del lenguaje. Tenemos que apropiarnos de la lengua y convertir al lenguaje inclusivo en nuestro instrumento más combativo contra todo lo injusto. Cuando lo uses, tal vez te digan que estás mal o que su uso no es correcto, pero recuerda: a veces lo justo no es lo más correcto.

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