jueves, 26 de mayo de 2016

Entre monstruos, superhéroes y princesas valientes

 

Este fin de semana que pasó se llevó a cabo en San Juan el Puerto Rico Comic Con. En esta actividad se reúnen admiradores de la ciencia ficción, el animé y el género de fantasía (dragones, princesas, caballeros, elfos, enanos, gigantes, etc.). Si nunca has tenido la oportunidad de ir a algo parecido a esto, te diré que la experiencia puede ser una entre mágica y alucinante. Y es que puedes estar caminando por los pasillos del gran salón, mirando los ofrecimientos de los vendedores, cuando de repente… ¡bum! los ojos de un predator se clavan en los tuyos. Entonces, sientes un escalofrío que te recorre por la espalda y el sentido de supervivencia se apodera de ti. Un grito se desenreda y corre por tu garganta. Acto seguido, con una rapidez de la que no te creías capaz, metes tu mano en el bolsillo, sacas el celular y le dices: « ¡Qué brutal! ¿Me puedo retratar contigo?». Ya llegado a ese punto, sucumbes ante la bestia, sonríes y se toman un selfie. ¡Alucinante!

Confieso que disfruto cada momento de la actividad. (Bueno, casi cada momento: las filas infernales no las disfruto para nada). Caminar por entre los pasillos, rodeada de todo tipo de criaturas y personajes se convierte en un banquete para mi imaginación que ya de por sí es bastante traviesa. Según vas caminando, te das cuenta que has entrado a una zona libre de acoso. Todos los «raros» -estofones, weirdos, nerdos y travestidos- encuentran un espacio en el que ya no son el otro, sino el uno. Todos caminan con el rostro erguido, con paso seguro, sonreídos. De repente, sus cuerpo no son atacados por ser gordo o flaco; alto o bajo. No importa si eres una señora con nietos vestida de Mujer Maravilla o si eres un adolescente varón que se siente feliz porque por fin puede ir vestido de Elsa mientras susurra para sí Let it go. Aquel espacio de lo fantástico se transforma en el espacio de la liberación. La apertura interpretativa que cada individuo da a su Yo llena el ambiente de un aire de jubileo que resulta contagioso y hasta liberador. Mi pregunta es ¿por qué estos seres que representan la otredad tienen que esperar un año para disfrutar de una visibilidad, no solo permitida, sino plausible? ¿Por qué tienen que llegar a ese lugar para sentirse seguros y libres de acoso?  ¿Qué nos pasa que como sociedad vituperamos, golpeamos y humillamos a una parte de la misma por ser diferente? ¿Cuándo llegará el momento en que nos sentemos a evaluar nuestros actos y comencemos a vivir conforme a la Justicia? Entre nosotros y nosotras viven los monstruos, los héroes y las princesas valientes; entre nosotros y nosotras está la respuesta.


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