Dicen que se están marchitando las amapolas.
Que sus colores se han tornado sombríos
y que han dejado de sonreírle al viento
para dejarse abrazar por la fría y húmeda tierra.
Dicen que las amapolas
han bailado su último vals.
Que han guardado todos sus pétalos y hojas
en la bóveda del olvido
para allí dejarlos
mientras el tiempo da su viaje postrero.
Dicen que las amapolas ya no cantan.
Por eso, las abejas no las hallan
y las libélulas vuelan angustiadas,
desesperadas,
tratando de encontrar siquiera una.
Las amapolas se marchitan,
ya no bailan.
Las amapolas se esconden tras el olvido.
No obstante, un beso suave y húmedo
acaricia sus labios de grana: es el rocío,
quien les canta sobre la mañana.
Después del canto les sonríe
ya que tras el sol siempre llega la esperanza.
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